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"La riqueza no tiene nada que ver con el dinero": Mario Mendoza

  • Oscar Rodríguez
  • 8 abr 2016
  • 11 Min. de lectura

En una reciente investigación realizada por la profesora María Cristina Asqueta y sus semilleros acerca de qué están leyendo los estudiantes de UNIMINUTO, se determinó que la segunda obra más leída es la novela Satanás del escritor bogotano Mario Mendoza; únicamente superada por los Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez.


En esta entrevista, el autor de Satanás habla de su novela cumbre, de su vida, detalla cómo se hizo escritor y da recomendaciones a los jóvenes del país.


Oscar Rodríguez: ¿Cómo recibe la noticia de ser el segundo escritor de literatura más leído en UNIMINUTO, siendo superado solamente por García Márquez?


Mario Mendoza: Es curioso que la literatura de García Márquez se caracterice por algo que se llama Realismo Mágico, que es un tipo de literatura en la que se sublima la belleza; después de García Márquez, lo que viene es algo que se llama Realismo degradado, que es lo que yo encarno. Es una literatura muy fuerte, es una literatura urbana, un cambio de estéticas, un cambio de perspectivas. Si hay algo que 'Gabo' dejó de lado, porque no era lo suyo -ni más faltaba- fue la literatura urbana, y eso fue lo que yo sentí en los años 80s como lector. Yo extrañaba en esa obra lo que yo vivía: no ver las calles narradas, no ver los sitios, no ver los cafés fue lo que me hizo crecer con un deseo profundo de construir una literatura entorno a la ciudad. Entonces me parece muy bello que las dos estéticas y los dos escritores que encarnan visiones contrapuestas, pero que una tiene de la otra aunque sea por contraposición, sean los libros más leídos de la universidad, para mí es muy grato.


O. R: Satanás fue escrita y publicada en 2002. ¿Por qué cree que sigue teniendo tanta repercusión y acogida, luego de pasar 14 años desde entonces?


M. M. Creo que eso se debió al premio, por supuesto. Nunca Colombia había ganado el Premio Seix Barral; de hecho, no lo ha vuelto a ganar tampoco, y fue para mí muy honroso poder representar a mi país en Barcelona en ese año. Pero yo creo que también se le debe a la película, con la que ganamos el Festival de Cine de Monte Carlo como mejor película y como mejor actor protagónico. Y un tercer punto es que todavía en la memoria de los bogotanos está la tragedia viva; no tanto para las nuevas generaciones, pero ellos escuchan a sus papás, a sus tíos y a todo el mundo que recuerda la masacre del año 86. También se hizo público, después de la novela, que yo era amigo del asesino, que era mi compañero de clase y mi compañero de tesis; todo eso creó un entorno para que la novela se haya vuelto inolvidable y se haya vuelto un ícono de la literatura urbana en Colombia.


O. R: La gente se pregunta de dónde le surge la inspiración a un escritor. ¿Cuál puede decir que es su punto de inspiración para convertirse en escritor, y para continuar haciéndolo?


M. M: Yo tuve claro siempre que yo no encajaba, que los demás llevaban unas vidas que a mí no me interesaban: a mí nunca me interesó hacer plata, casarme, tener hijos, ascender socialmente, nunca me interesó nada de eso. Me parece que al final de la vida uno entra a un consultorio médico y le dicen "Cáncer. Le quedan 3 meses de vida". Sale uno de ese consultorio y de qué se agarra: de qué le sirven las cuentas, las propiedades, los carros... no le sirve a uno de nada. A uno lo que le queda es el sentido profundo de la vida, por lo que uno ha luchado, en lo que uno ha creído. Desde ese momento, cuando tenía escasos 20 años, yo supe que eso era lo mío y que a mí no me interesaba nada, excepto la literatura.


O. R: Ahora, casi 30 años después, usted consiguió ascender en todos los aspectos que dice que no le interesaban. ¿Cómo lo ve hoy en día?


M. M: Sí, claro, pero no me lo propuse. Si tú fueras mi discípulo y fueras una persona muy talentosa, yo te diría que no te preocuparas por el dinero ni por el ascenso social; preocúpate por tu talento, por cultivarlo, por ser el mejor. Más adelante, ese talento tuyo te va a generar empleos, y la gente te va a llamar porque eres muy bueno y haces las cosas bien. Pero ese no puede ser tu objetivo, tu objetivo no es la alegría que sientes cuando te consignan el cheque. Yo lo que le digo a la gente es que se preocupe por hacer las cosas bien, que lo demás llega por añadidura. En el caso mío llegó por añadidura y lo celebro, por supuesto, porque es una manera honrada de ganarme la vida, pero nunca me lo propuse.



O. R: ¿De qué forma le ha contribuido la literatura al sentido profundo de la vida del que habla?


M. M: Uf, una cantidad. He pasado cosas muy duras: estuve en la cárcel a los 23 años, después regresé al país, la pasé bastante mal en mis años de juventud, perdí todos mis privilegios de clase media ilustrada, mi padre murió en 2003 apenas me gané el premio (Seix Barral). Y en todas esas oportunidades, si no hubiera sido por la literatura, yo no hubiera aguantado ninguna de esas pruebas.


O. R: Después de la Masacre de Pozzetto en 1986, usted se fue a vivir a Europa para, según dice, tomar distancia del suceso. ¿Le permitió tomar distancia realmente, teniendo en cuenta que 16 años después publicó Satanás?


(foto: Matias Quintero)


M. M: Yo en realidad no me fui a vivir a Europa porque no tenía plata para eso, era un estudiante muy pobre, vivía en pensiones y en cuartos de alquiler en el centro y el sur de Bogotá. En realidad lo que pasó fue que me gané una beca en el momento en el que más la necesitaba.

Y sí, sí me vino bien porque estaban las víctimas, los hechos estaban muy vivos, era un entorno bastante complicado para mí, y me permitió respirar un poco. Pero yo cargué esa historia dentro de mí durante todos esos años. Intenté escribir Satanás 3 veces y las 3 veces fallé; me demoré 15 años hasta que, finalmente, pude escribir el libro.


O. R: Bogotá es el componente esencial de su literatura. ¿Por qué tener a Bogotá tan presente en su obra?


M. M: Yo crecí en la ciudad y soy hijo total de Bogotá. Yo vivía en el norte, pero a los 18 años me expulsaron prácticamente de mi casa y me tuve que ir a vivir a la calle novena con carrera tercera en La Candelaria, de ahí pasé a las Cruces, de las Cruces pasé al Quiroga, viví en la 40 sur, regresé a Chapinero; es decir que paseé con una maleta por todas partes, y esa ciudad no estaba escrita; había algunos libros, pero eran cosas sueltas y esporádicas, no había un corpus sobre la ciudad.

A mí me pasa algo raro y es que me parezco a esos futbolistas que aquí juegan muy bien, pero que cuando los sacan del país juegan muy mal. Yo aguanto 3 semanas fuera del país y empiezo a extrañar todo de Bogotá: el olor de los buñuelos, las empanadas, las calles, las panaderías, el cielo gris; maldigo todo el día como todos los bogotanos, pero en el fondo es mi ciudad, es mi territorio. Y hay algo que me encanta de Bogotá y es que uno tiene que ser muy fuerte para vivir acá, porque en Bogotá todos estamos en pie de lucha y eso educa el carácter y el temple.


O. R: ¿Cómo es un día de Mario Mendoza cuando está escribiendo un libro?


M. M: Yo soy muy disciplinado cuando estoy escribiendo, tengo una disciplina muy férrea. Primero hago ejercicio para poder aguantar las 10 - 11 horas de trabajo que implica estar metido en una novela; hay que consultar diccionarios, estar muy concentrado, imprimir, corregir y leer en voz alta. La gente cree que un autor vive de juerga, se la pasa en la bohemia, toma mucho licor, mete bareta, se la pasa en burdeles y en los cabarets y eso no es verdad. Uno no se puede levantar a trabajar enguayabado en una novela, porque nadie escribe una novela ni aguanta 11 horas de trabajo con la cabeza reventada. Uno tiene que estar lúcido, cuidar su cuerpo y estar muy bien entrenado para ser un profesional.


O. R: ¿Es pesado el día de un escritor?


M. M: Un escritor es como un chamán en la medida que se cambia de realidad con mucha facilidad. Lo que nosotros tenemos es que, en algún momento, la realidad se desdobla, y apenas se desdobla, nosotros ingresamos en otro mundo, nos vamos y nos escapamos.


O. R: ¿Y cómo hace un escritor para vivir en esa doble realidad simbólica?


M. M: En mi caso, como soy tan radical, ha sido muy importante no tener una familia, porque someter a

una familia a un ritmo de vida como el mío es algo muy cruel. Para mí, unas condiciones necesarias son la libertad y la soledad.


O. R: En 2011, usted creó algo que llamó el Proyecto Frankenstein. ¿Qué es el Proyecto Frankenstein?, ¿Para qué fue creado ese blog?


M. M: En el año 2011 hubo unas protestas en países del medio oriente, lo que se llamó después la primavera árabe; ahí un individuo se quemó vivo, se llamaba Mohamed Bouazizi. Yo seguí todo por internet y me pareció muy doloroso cuando me di cuenta que la gente en la red olvidaba rápidamente. Yo no sabía cómo sumarme a esa protesta, no sabía cómo homenajear a Bouazizi, no sabía cómo opinar y cómo meterme en los debates; así que creé el blog justamente por eso.

Proyecto Frankenstein significa unir muchas debilidades para crear un cuerpo común. Entonces yo lo que espero es que mucha gente que se siente sola, aislada o marginada por una razón o por la otra, entren al blog y entre todos juntos seamos capaces de fundar una cosa muy fuerte.


O. R: En la entrada principal del Proyecto Frankenstein dice que es un proyecto de resistencia. ¿Resistencia contra qué?


M. M: Tenemos un capitalismo que después del año 2008 - 2009 pasó de ser salvaje a ser depredador. No están contentos con todo el dinero que ya hicieron, ahora quieren el dinero de los impuestos, del erario y los dineros públicos. Ese capitalismo es de una crueldad como nunca, y en la mitad de esa mentalidad, yo creo que el arte y la literatura tienen la obligación de resistirse a ser parte de ese colectivo déspota, arrogante y engreído. El blog tiene el perfil de estar una y otra vez revisando y cuestionando el establecimiento.


O. R: Siendo que el capitalismo está totalmente establecido en la actualidad ¿De qué forma directa le hace resistencia?



M. M: No significa que me oponga de manera tajante. Uno cree que se trata de dos posiciones; o hago parte del establecimiento, o me opongo a él de manera radical. Hay una tercera posibilidad que es participar en el establecimiento de manera creativa; es decir, estar en el establecimiento (yo estoy dentro de él, publico en un sello editorial que circula bien en librerías etc.), pero mi literatura es de resistencia permanente, cualquier libro mío que tú leas, te darás cuenta que estoy en pie de lucha intelectual. Creo que es una posición que encontré a través de los años y que, de alguna manera, me salvó la vida.


O. R: Otro elemento presente en su literatura es la muerte. ¿Por qué ese elemento está tan arraigado a su obra literaria?


M. M: Porque a la gente se le olvida que se va a morir. Si hay algo que caracterice a la vida es la impermanencia, la caducidad, la finitud y la muerte. En ese sentido, uno debe vivir teniendo en cuenta que el tiempo es breve y no tenemos mucho. Hay que hacer las cosas bien, hay que darle sentido a la vida, porque si no, uno a qué vino. Esto tiene un sentido hondo, y hay que luchar por eso.


O. R: Usted fue docente durante 10 años. ¿Qué le dejó esa actividad y por qué la abandonó?


M. M: La dejé de lado porque se cruzaba con la creación literaria. Hay un momento en el que tienes que tomar decisiones radicales, y te das cuenta que no puedes seguir dividiéndote la mitad dando clase y la mitad escribiendo. Uno no trabaja en una novela después de 4 - 5 horas de clase, porque uno queda agotado, hay que preparar clase para el día siguiente, hay que corregir parciales y es muy agotador; hasta que llegó un momento en el que yo quise escribir de tiempo completo.

Pero, indudablemente, la docencia te forma intelectualmente, te forma, y después cuando estás frente a un auditorio, te das cuenta que tienes un discurso elaborado a lo largo de los años.


O. R: En este momento, nos estamos dirigiendo a un colegio en donde hará una charla sobre su obra literaria. ¿Lo considera como parte de la actividad docente?


M. M: No, lo considero como parte de la resistencia de la que me preguntabas. Yo visito clubes de lectura, fundaciones, instituciones, colegios, bibliotecas públicas etc. Es una manera de ir creando focos de pensamiento y de resistencia civil.

O. R: El otro componente elemental de su literatura y de su vida, según lo que ha dicho en esta entrevista, es la libertad. ¿Qué significa la libertad para usted como escritor y, propiamente, como persona?


M. M: Para mí es fundamental. Si yo no siento esa sensación de poder hacer lo que a mí me dé la gana, no puedo hacerlo. Yo no trabajo nunca por obligación, yo trabajo porque me da la gana, por generosidad. Si no tengo esa sensación, me siento atado, amarrado, siento que estoy entregando una parte de mí, y que no es justa esa entrega. En cambio cuando estoy en libertad total, siento que la escritura es parte del eros, y esa es una condición libertaria.


O. R: Mario, lo invito a que hagamos el famoso juego de ping-pong de preguntas, preguntas breves para respuestas breves. Por ejemplo, ¿Qué le gusta hacer en sus ratos libres?


M. M: Leer.


O. R: ¿Cuál es su mayor éxito?


M. M: Resistir.


O. R: ¿Cuál es su mayor fracaso?


M. M: He tenido tantos, que no sé cuál elegir. Te respondería con una sola cosa: detrás de cada logro que uno obtiene, hay miles de fracasos.


O. R: ¿Cuál es su próxima aspiración?


M. M: Que a la novela y a la saga juvenil que voy a publicar en la Feria del Libro les vaya muy bien.


O. R: Su mayor inspiración.


M. M: En realidad creo que mi mayor logro es mi disciplina, y ella es la que me conduce a la inspiración.


O. R: ¿Los viajes enriquecen su literatura?


M. M: Sí, pero no son requisito. Me gusta estar cerca de los hechos, pero no es condición fundamental.


O. R: ¿Qué le falta por escribir?


M. M: Una novela total. Una novela, no sobre una historia en particular, sino que encierre a Bogotá desde todos los ángulos posibles.


O. R: ¿Cuál es su mejor recuerdo?


M. M: Mi viejo. Mi viejo fue mi gran amigo, mi cómplice, y perdí con él el 50% de mi vida.


O. R: Lo que borraría de los ríos del tiempo de su vida.


M. M: La muerte de mi padre.


O. R: ¿Qué tendrá Mario Mendoza para la Feria Internacional del Libro Bogotá 2016?


M. M: el 23 de abril, el primer sábado de la Feria, voy a lanzar la novela La Melancolía de los Feos. Es una novela en la que me regreso a la imagen gótica del monstruo, a la imagen del feo que está encerrado en la cúpula de su campanario y que desde allí observa la ciudad. Mientras se hace la apología de la belleza, de los gimnasios, de lo light, mientras todo el mundo empieza a creer que esa es la clave de la vida; este personaje observa desde su fealdad y da un diagnóstico de la ciudad y de la época.


Y el 30 de abril, el fin de semana siguiente, voy a estar lanzando el tercer volumen de mi saga juvenil llamado Mi Extraño Viaje al Mundo de Shambala. En esta saga, tengo un pequeño héroe que se llama Felipe; es un pequeño de 10 - 11 años que viaja con su tío a lo largo de toda América Latina y que va explorando el continente, se encuentra con chamanes y brujos, se mete por la selva, recorre el Amazonas, cruza México y Guatemala, va a Villa de Leiva y siempre está descubriendo maravillas extraordinarias de lo que es América.


O. R: Por último, ¿Qué le diría usted, un escritor consagrado, a un joven aprendiz de escritor?


M. M: Que lea y escriba hasta quedarse dormido entre los libros, que trabaje más allá de sus capacidades, que sea muy disciplinado, que se imponga horarios, que abandone la juerga, la rumba y las posiciones facilistas y que se concentre al 100%; eso es lo más difícil en este oficio: vencerse a sí mismo.

Y, en general, a los jóvenes les dejaría un mensaje muy claro: hoy en día la riqueza no tiene nada que ver con el dinero, hoy en día se mide la riqueza con un nuevo concepto que se llama 'Patrimonio inmaterial'. Eso significa que una persona no vale por el dinero que tiene en las cuentas, ni por los apartamentos, ni por los carros; una persona vale por lo que tiene en su cabeza, por lo que piensa y por lo que lee; eso es lo que en realidad modifica la época, modifica un país y modifica una nación.

 
 
 

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