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La presión académica: El desenlace fatal para los universitarios

La exigencia académica que ejercen las universidades conlleva a que los estudiantes tengan afectaciones psicológicas. Si estas no son tratadas de manera profesional, puede sufrir nefastas consecuencias, como en algunos casos, el suicidio. Sin embargo, existen salidas para mitigarlo.

Según la OMS las alteraciones nerviosas afectan 4,7% de la población mundial


Según el boletín que sacó el Instituto de Medicina Legal entre enero y junio de 2017, en Colombia murieron 1100 personas a causa del suicidio, en dicha población se encuentran jóvenes entre los 18 y 25 años. Los resultados que arrojó este estudio afirman que 881 hombres y 219 mujeres decidieron quitarse la vida en el transcurso del primer semestre del 2017. Lo más alarmante de este panorama es que tuvo un aumento significativo, en comparación del año pasado, de un 10%, concluyendo que la salud mental de los jóvenes se encuentra en un peligro latente. Aquí una prueba de ello:


A raíz de este alto nivel de decesos, las universidades y las autoridades se preguntan si el factor de la presión académica hace parte del incremento de muerte en los jóvenes, y si esta adversidad se puede mitigar a través de proyectos de prevención. Por tal motivo DATÉATE consultó a la psicóloga y terapeuta Patricia Levyn, quien respondió a este cuestionamiento, afirmando lo siguiente: “sí, pero que no es la única causa. Solo se presenta en algunos casos, pues asegurar que solo se quitan la vida por la presión académica sería generalizar la situación. El caso solo estaría en los chicos débiles emocionalmente, que sienten que no tienen un apoyo intrafamiliar, que no son entendidos y tampoco son escuchados con su verdad”. De acuerdo con Levyn, las amenazas que ejercen en ciertas circunstancias los padres hacia sus hijos vienen de una coerción que implica sacar un buen promedio en la universidad o lograr ser profesional como los demás, de lo contrario no le van a pagar la educación y que por ello se pueden convertir en una vergüenza para su familia. Visto que la presión académica se convierte en lo social, al no ser diagnosticada a tiempo, puede ser una causal de suicidio.


Para los estudiantes la universidad se convierte en un espacio para prepararse académicamente. Una de las maneras de llegar a la meta de ser profesionales o tener algún mérito, es cumpliendo con una serie de deberes, los cuales implican tiempo, esfuerzo físico y mental, y en otros casos, ingresos económicos. La carga académica requiere que estos tengan buenos promedios, se destaquen en una habilidad, que cumpla con lo que los profesores solicitan y que de ello puedan darle un orgullo a su familia y a la institución. Lo anterior produce que emocionalmente los jóvenes colapsen y que su rendimiento académico se vea perjudicado, no solo a nivel de responsabilidades, sino de otros factores en su mismo entorno como problemas económicos, falta de trabajo y oportunidades, soledad, abuso sexual y psicológico, baja autoestima, bullying sobre la condición física, social y sexual por parte de algunos compañeros y docentes, entre otros.


Además, estas generaciones se ven afligidas por la presión social ejercida por la comunidad, el internet y los pares de las instituciones, que cuyas reglas repercuten en el estudiante, en la preocupación hacia el cumplimiento de lo que pide la academia y la sociedad. Para los psicólogos el estudiante entra en una etapa de frustración por sus estudios, al cargar todos estos indicadores, generando un rechazo a la comunidad académica y ocasionado alteraciones comportamentales.


Lo cierto es que algunos de los estudiantes relacionan el exceso de la exigencia académica y social con el estado de intranquilidad y desmotivación, dando como resultado una crisis emocional ligada a la ansiedad y la depresión. En primer lugar, la ansiedad es considerada un trastorno mental, cuya característica se ubica en el comportamiento de los nervios, alerta ante las situaciones amenazantes, como también la preocupación excesiva. En segundo lugar, la depresión se determina como un estado mental de profunda melancolía y poca motivación en la realización de las actividades de la vida diaria. Con respecto a lo anterior, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que estas alteraciones nerviosas afectan 4,7% de la población mundial, es decir que 300 millones de personas padecen dichas enfermedades mentales, incluyendo a una parte de la población juvenil en el mundo y en Colombia.


Al no encontrar una manera de controlar y manejar este torbellino de sentimientos y emociones, aquellos estudiantes se ven en una condición de vulnerabilidad. De la misma manera, existe una serie de obstáculos que les impiden, en ciertas ocasiones, salir de la crisis. Para ejemplificar, el sistema de salud en Colombia tiene vacíos en la atención de estos casos y en los temas de la exclusión, dicha falta de acceso a los tratamientos hacen de esta realidad un contexto oscuro y engorroso de solucionar. Las secuelas de la carga de deberes y la presión psicosocial incurren en la probabilidad de que los estudiantes deserten de sus carreas, y en el peor de los casos, termine en un desenlace fatal, que en este tema sería el intento de quitarse la vida, el suicidio y la adicción a las drogas y el alcohol.


Todo tiene solución


Es importante saber que la presión académica no puede permitir que los jóvenes corten sus sueños de ser profesionales. Si se dan cuenta que esto los afecta en el plano sentimental y emocional, existen alternativas que lo mitigan. Los expertos recomiendan que si hay un exceso de estrés y un desequilibrio en el área de lo psicológico, es importante que organicen bien el tiempo de los deberes, cuenten con el apoyo de un familiar, amigo o, si el caso es muy delicado, consulten a un psicólogo de confianza. También existen otras opciones lúdicas que le permiten alejarse de lo negativo. Un ejemplo de ello está en el deporte, el arte, la música y el entrenamiento que, según los estudios, favorece al estudiante, ya que le permite distraerse y crear lazos interpersonales y sociales con otros sujetos. Aquellas actividades las encuentran en Bienestar Universitario, como también en las ofertas que lanza la Alcaldía Distrital, entre otros organismos, otorgándole, por medio de ellas, acercamiento a la realidad y fortalecimiento de las emociones.


Esto no solo hace parte de lo que se ofrece afuera, sino de lo que las instituciones de educación superior y la sociedad tengan que suministrar. Dicho caso lo evidencia Patricia Levyn, quien indica que, para evitar el suicidio en los jóvenes, es importante “hacer gran educación, reeducar a los docentes, padres y a la institución, creer en los potenciales del estudiante y, por último, preocuparse por su bienestar”. Cuando se realice todo lo anterior, el siguiente paso es ejecutar campañas de sensibilización del tema, brindar la información necesaria, invertir en educación emocional, crear mesas de diálogo, enseñarle a los docentes y acompañantes la importancia de reconocer los patrones y factores de suicidio de los estudiantes, y finalmente, producir estrategias sociales para lo que los jóvenes tengan una mejor calidad de vida.


Darles relevancia a estas cosas permitirá que en un futuro las nuevas generaciones de profesionales formalicen sus metas a partir de lo positivo y no de las notas o de los estigmas y calificaciones del sistema. Recordar que, ante estas difíciles circunstancias, todo tiene solución, solo que se requiere buscar la adecuada.

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