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Un día entre los toros


Eran las 5:00 pm, las gradas estaban llenas, todas las personas se encontraban a la expectativa de los toros que iban a ser parte de un gran espectáculo de este último día de fiestas en Nimaima, un municipio de Cundinamarca ubicado en la provincia del Gualiva a 75 km de Bogotá.


Risas, trago, baile, aplausos y la música no puede faltar, es así como empieza la “corrida de toros” no solo para la gente del pueblo, sino, también para los turistas que vienen de diferentes partes del país considerando esto como una danza cultural y un lugar de encuentro y diversión.


Sale el primer toro, la gente grita, chifla y aplaude, sin embargo, nadie es capaz de meterse a torear, el animador empieza a decir “quien se atreva a capotear este toro se gana una botella de aguardiente” ¿quién será el valiente? ¿Quién será el ganador?, de repente, en el centro de la plaza de toros, se encontraba un humilde trabajador pasado de tragos que empezó a agitar su poncho llamando la atención del toro, ocasionando que éste empezara a correr hacia él. En las gradas se escuchaban “oleeeeeeees” por un lado y “sáquenloooo” por otro, pues algunos asistentes se encontraban temerosos de que al este osado campesino llevado por el alcohol le pasara algo.


A pesar de haberse caído más de una vez, o como en el pueblo le dicen, de haber sufrido más de un porrazo, este llevado por la emoción del momento, siguió toreando junto con varias personas que iban entrando al pasar el tiempo, lo que hacía que él lo tomara como un reto más y una competencia para llevarse el premio que el animador no paraba de repetir.


Al final de esta primera corrida, el público aclamaba que él fuera el ganador, pues con su valentía y las risas que provocó en la gente, los espectadores vivieron un momento de emoción, suspenso y diversión, en el que él fue el protagonista del show.


Pero la tarde no acaba ahí, todavía faltaban dos ejemplares más. El segundo, un toro de color negro con uno de sus cachos partido, corría de un lado para otro queriendo encontrar a quien sería su contrincante. Pasaban los minutos y nadie se atrevía a saltar al ruedo, de pronto, apareció nuevamente el campesino que se había ganado el aguardiente, esta vez un poco más borracho, decidido y pensando que si toreaba se ganaría otra botella más de licor. Por su seguridad la policía intervino y lo sacó de allí evitando una tragedia, aunque la gente gritaba que lo dejaran torear.


Como siempre sucede en una corrida de pueblo, no faltan los intrépidos, aquellos que se creen toreros y que, llevados por unas cuantas cervezas y por los amigos, deciden meterse sin saber qué les espera.


Ya eran las 6:30 pm cuando se escuchó la voz del animador diciendo que en 5 minutos soltaban al último ejemplar, haciendo que la emoción aumentara en las personas. “Que salga el último” eran las palabras que se escuchaban cada vez más duro, de repente se empezaron a escuchar los pasos de este animal acercándose al graderío, era color café, grande, brioso y con unos cuernos afilados, al soltarlo, este corrió por toda la plaza buscando una salida, nadie se atrevía a entrar allí, pero si le lanzaban latas de cerveza, ponchos, gorras, incluso camisas que se quitaban para poder incomodar al toro y animar al resto de los asistentes.


Después de un tiempo el animador decidió explicar el premio para quien se atreviera a meterse a torear en sano juicio. 100 mil pesos era la recompensa que a la voz de plata más de un valiente saltó dispuesto a llevársela.


Estos impertinentes campesinos fueron rodeando al toro con sus ponchos y camisas, el animal los miraba estático cuando de repente, un muchacho se le acercó con su poncho rojo colocándoselo en la cabeza, la reacción del toro fue obvia, correr hacía el joven llevándoselo por entre los cuernos mientras los demás que se encontraban dentro de la arena salían corriendo para un lado y para otro, evitando ser embestidos también.


De repente, el toro saltó por encima de las gradas llevándose por delante un joven de aproximadamente 25 años que estaba distraído con sus amigos, en la caída le pegó con una de sus patas ocasionándole un gran golpe que lo dejó inconsciente por un momento, nadie sabía qué hacer, la gente gritaba, otros trataban de coger al animal que había saltado las guaduas llevándose a su paso a más de uno.


Policías, socorristas y campesinos ayudaban a la gente que había sido golpeada por este animal, mientras el muchacho era llevado al puesto de salud para brindarle los primeros auxilios y después ser remitido al hospital de la Vega-Cundinamarca.


Al final la situación fue controlada, el toro devuelto a su respectivo corral y tanto para la gente del pueblo como para los turistas fue un tema más de conversación, de chisme, de rumores y conjeturas sobre la suerte del muchacho.

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