Siguiendo las huellas de una costumbre atávica: las corridas de toros en Bogotá
Fotografía tomada de Semana.com
Las corridas de toros regresaron a la Santamaría después de 4 años de refuerzo estructural y modernas políticas animalistas. 4 años de respiro anti taurino, que parece haber recobrado fuerzas como para hacerse sentir en masa desde que empezaron el pasado 22 de enero.
Demasiado se ha escuchado desde que el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC), entregó a los capitalinos la nueva faceta de una Santamaría reforzada y dispuesta a nuevos espectáculos. Sus tribunas y utensilios de primera, garantizaban la comodidad de los futuros espectadores, a lo cual los grandes medios de comunicación reaccionaron con admiración y predisposición a poner sus gigantes vallas en sinónimo de mercantilismo mediático. Toda la historia iría bien hasta este punto, al ser analizada en un marco de reconceptualización estructural de un monumento nacional e histórico, amado por nuestros abuelos; pero se olvidó por completo las atrocidades anti modernistas que se realizarían allí adentro.
Un sentimiento de impotencia, de rabia, mezclado con ideas de rechazo que brotan como arroyuelos de agua dentro del gran confín de pensamientos que se le vienen a la cabeza a uno, al ver tétricas imágenes del toreo realizado desde aquel día, son difícilmente descriptibles en líneas como estas. ¿Qué le pueden ver de especial a aquel ‘’arte incomprendido’’?, ¿Dónde queda el pensamiento racional moderno, característico de las grandes repúblicas como supuestamente es la colombiana?, ¿No aplicaría como maltrato animal este acto, o el toro se llegó a desplazar a otra “clasificación y estratificación’’ de lo humanamente concebido?
No me catalogo como animalista, no sé incluso que variedad de significados desconocidos se albergan en aquel adjetivo tan utilizado por estos días en la gente joven, pero sí considero que debe haber respeto a los animales, en especial frente a estas actividades de improperio natural. Es fácil que la tranquilidad se escape y se exacerben las emociones al ver el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) actuando aquel 22 de enero en contra de la constitucionalmente apoyada multitud ciudadana, concentrada en darle voz a los “caídos’’ en el ruedo de la sevicia y ante las miradas de la oligarquía que exigía con aires de dioses las orejas y, quien sabe que otras cosas más, de estos gladiadores sin voz ni voto.
Esta última, la oligarquía, quedó enmarcada en fotos publicadas por los grandes medios donde se apreciaba, por ejemplo, al ex procurador Alejandro Ordoñez, analizando circunspectamente la lidia del toro. Incluso Germán Castro Caycedo no aguantó al llamado del derramamiento de sangre indefensa y parecía perdido en un posible sinfín de especulaciones acerca de donde el torero clavaría la próxima banderilla. Los toreros, con sus pomposos trajes típicos y su mirada de ira y supremacía ‘’humana’’, al mejor estilo de verdugos medievales, se extasiaban con las aclamaciones de unos pocos que controlan la Colombia amada. “Tal vez quieren parecer de sangre española’’ son comentarios virtuales que buscan darle razón a la llamativa asistencia de esta clase de gente.
Al final solo queda la satisfacción, si así se le pudiera llamar, de haber visto tanta gente movilizada, no solo por influencias políticas habituales, sino por criterio y análisis puro; no se juega con un objeto muerto, es un animal sintiente que desgraciadamente fue catalogado por el humano para complacer una costumbre atávica como reza el título.
Nunca podré estar de acuerdo con actividades como estas, lo digo en plural porque al igual que las corridas de toros, existen las peleas de gallos, de perros y una larga lista de retrocesos naturales causados por el hombre para su entretenimiento. No encuentro razón alguna en los múltiples debates en los cuales los taurinos, con su buena tajada económica bajo el brazo, exponen una visión de supremacía asesina prolongada sobre una posible relación amistosa entre hombre – animal. Definitivamente las corridas de toros pertenecen al pasado, constituyen la fiel muestra de las costumbres arcaicas e inmorales de los antepasados de otra cultura (porque ni siquiera es autóctono), y muestran las atrocidades que una clase social puede llegar a pagar por ver, todo por sentirse ‘’de otra latitud’’.
Ahora la Corte Constitucional dio 2 años más de legislación sobre las corridas de toros o quedarían totalmente prohibidas. 2 años más de tortura, que al igual significa 2 años de movilización y conciencia ciudadana. El día que estas actividades de retroceso queden prohibidas, ese día, junto con muchos otros, gritaré ¡OLÉ!