2016 y 1964: una radiografía histórica de la Colombia y el Brasil de la época
La historia del deporte desde la coyuntura política y social En el año de Colombia en los Olímpicos y Paralímpicos de Rio 2016, recordamos también un hecho que sin duda, así como los las máximas justas que se celebran a nivel mundial, marcó la historia y dejó un legado. La delegación Colombiana acudió a la cita para escribir con mayúsculas el posicionamiento del país como potencia deportiva continental, en medio de un proceso político cuya protagonista era la paz. Y es que el amarillo, azul y rojo no sólo fueron los colores que adornaron por momentos el mítico Maracaná en las ceremonias inaugurales, también decoraron los podios para que a su vez el tricolor nacional se reflejara en los corazones de los representantes del resto del mundo, que sabían y entendían el significado de la paz en un país como el nuestro. Por primera vez Suramérica había acogido la versión del certamen deportivo más importante del mundo, oportunidad que Colombia aprovechó para trazar un antes y un después al recoger los frutos de un esfuerzo conjunto, de muchos, que dio como resultado la obtención 8 medallas en Olímpicos (3 oros, 2 platas y 3 bronces) y 17 en paralímpicos (2 oros, 5 platas, 10 bronces). Un estímulo necesario que aportaría aún más al momento histórico del país. Para los colombianos, la ‘Tregua Olímpica’ no resultó ser solamente aquel hilo que enlazaba la sabia tradición antigua con el más imperioso objetivo del mundo contemporáneo: mantener la paz internacional y promover el diálogo, la cooperación y el entendimiento entre las distintas culturas. Para estos deportistas de alto rendimiento era la oportunidad de portar un mensaje de anhelo de paz de un país que había vivido en conflicto durante 50 años. Y así lo entendió el mundo, como la oportunidad de comprender que a través del deporte reconciliarse puede ser más fácil y que los Juegos Olímpicos y Paralímpicos Rio 2016, con los resultados de los atletas colombianos, se constituirían también en una oportunidad de respaldo a la construcción de este sueño colectivo de un ‘juego limpio’ ejemplar.
Leamos la siguiente historia… De toma y dame: viaje al pasado con el futbolista brasileño Sócrates y el frente nacional colombiano La Colombia y Brasil de hoy quizá no tengan nada que ver con la historia de hace 52 años, esa misma en la que transcurrió la infancia de mis padres. Una época en donde el pueblo carioca se agolpaba en las calles, buscaba la democracia de la mano de un futbolista brasileño con militancia política y la coalición bipartidistaentre liberales y conservadores que ya era hegemónico en la administración nacional, época en la que la financiación del deporte colombiano carecía de padrinos y pocos recursos había para su proyección. En campo propio De un modo u otro la Colombia del año 1964 atravesaba dos circunstancias importantes. En materia política, la situación del país mostraba un panorama más alentador para dar fin a los cruentos periodos de violencia que atravesaba el campo colombiano. El nacimiento del Frente Nacional fue una iniciativa de los partidos tradicionales (Liberal y Conservador) para crear un gobierno de coalición; una distribución ecuánime del poder durante cuatro periodos de dirección (16 años). Asimismo, nacieron las FARC-EP de las insurgencias de grupos guerrilleros con nuevos impulsados e ideologías. Luego vendría la creación del ELN. En el contexto deportivo, como lo afirma el periodista colombiano Ricardo Ávila Palacios “los Olímpicos de Tokio 64 fueron…no solo un reto deportivo sino económico. Esta vez se repitió la historia de olimpiadas anteriores –solo faltó recurrir a las lechonadas– para reunir los fondos”. En este certamen no hubo medalla a pesar de la situación económica, pero ya sonaban los nombres del atleta Álvaro Mejía y del ciclista Martín Emilio ‘Cochise’ Rodríguez. Pero hoy, la prensa deportiva escribe un capítulo diferente. Ganar o perder, pero siempre con democracia La situación de Brasil fue distinta a la nuestra. Una dictadura militar que tomó más auge durante el 64, encontró una de las voces públicas más representativas en pro de la democracia. Sócrates De Souza, el futbolista que alternó los desbordes de banda en las canchas del torneo brasileño por la militancia política, se convirtió entonces en un activista que vistió los colores del socialismo; un compromiso político y una doctrina de izquierda que llenaban la camisa de aire. Un contexto es ajeno a nuestro tiempo, porque en la actualidad existe un divorcio entre los futbolistas y la política, ya que poseen compromisos de orden institucional y publicitario con los equipos que juegan, que los mantienen al margen de temas de estas características. Por favor James, Cuadrado y Ospina, díganme los tres ¿Qué opinan del resultado del plebiscito?¿El proceso de paz es viable?¿Creen en la paz de Colombia? Bueno, tal vez son algunas preguntas de las que no conocemos respuesta por parte de nuestros ídolos. Tal vez no existan. Habrá que esperar. Retomando el tema, no habría conocido la historia de Sócrates y su compromiso con el pueblo brasileño, si mi papá no me hubiese hablado de la temible selección brasileña de esta época, a propósito de la medalla de oro obtenida por Brasil en los Juegos Olímpicos de Rio. Este era un equipo que deleitaba con un juego exquisito por la complementación de Zico, Falcão, Toninho Cerezo y la del activista (Sócrates). La lucha del futbolista brasileño también se tomó los estadios, ya que en el Corinthians, club donde limitó, se portaron camisetas marcadas durante algunos juegos con el nombre de Democracia. De no creer, porque su alcance logró llegar hasta los escenarios deportivos.