Historias de víctimas y victimarios. Todos van por la paz
Luz Marina Cañola fue una de las Alabaoras de Bojayá que se presentó el 26 de octubre en la firma de la paz con las FARC en la ciudad de Cartagena, haciendo un sentido homenaje, a todas aquellas personas que perdieron la vida en la masacre de Bojayá, ocurrida el 2 de mayo de 2002, por el grupo guerrillero Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP).
Luz ha vivido cerca de Bojayá, muy cerca de El Yarid. Ella perdió a 10 integrantes de su familia en la masacre ocurrida en Bojayá, y aunque le tomó mucho tiempo para perdonar, no se fue de Bojayá, sino que, por el contrario, permaneció siempre allí. Hoy en día sigue siendo su lugar de residencia y querido hogar.
Luz Marina canta desde que tiene 17 años de edad. En Chocó, cuando una persona fallece, la tradición es realizar un alabao o gualíe para acompañar mediante cantos, la trayectoria de la persona fallecida hasta el más allá. Este acto ha sido heredado de generación en generación como un legado cultural chocoano. También se le conoce como las historias cantadas. Vale la pena resaltar que ya hacen parte del patrimonio cultural inmaterial de la nación, y con este reconocimiento se busca proteger las prácticas culturales representativas en el Pacífico colombiano.
Luz apunta que el alabao que presentaron el 26 de septiembre, día de la firma de la paz, lo realizaron en un tiempo récord de 8 días. Se reunieron todas las integrantes del grupo, que son un aproximado de 12 alabaoras de la comunidad, y empezaron a construir el canto que iban a presentar al país.
Asegura que con el alabao querían transmitir no sólo que no se olviden a las víctimas de la masacre de Bojayá, sino también recordar y conmemorar a todas las víctimas del conflicto armado que existen en Colombia.
Cuando Luz Marina estuvo en Cartagena presente en la firma de la paz, sintió que fue doloroso, pero al mismo tiempo muy bueno y conmemorativo, no solo porque se estuviera llevando a cabo la entrega de firma del acuerdo de paz por parte del Gobierno Nacional con la guerrilla, sino porque, también, se estuvieran comprometiendo con los colombianos a dejar las armas y volver a la vida civil.
A Luz Marina le preocupa que que la paz la estén haciendo las FARC, y no los otros grupos al margen de la ley que continúan alzados en armas. Se pregunta qué sucederá con las zonas que van a ser dejadas por las Farc y que muy posiblemente estos otros grupos van a querer ocupar. Ella cree que los actores ilegales, que ya están presentes en diferentes departamentos y zonas de Colombia, van a continuar delinquiendo, asesinando, secuestrando y hostigando a las personas, lo cual no permitiría una paz completa para todos los colombianos. Esto les dio la idea de incluir una pregunta cantada en el alabao, dirigida al presidente de la República, Juan Manuel Santos, ¿qué sucederá con los demás grupos que no están negociando la paz?: “oiga señor Presidente, hágasenos para acá, y con esos otros grupos, díganos qué va a pasar”.
Luz señala que una de las sensaciones más ricas de hacer un alabao es poder expresar todo lo que se siente y se piensa, pero que cuando lo canta es mucho mejor, pues por medio de este no solo denuncia hechos de atropello a los Derechos Humanos y actos de violencia, sino que, también, todas las alabaoras realizan un proceso de memoria. Afirma que hace 14 años ocurrió la masacre de Bojayá, pero que gracias a los alabaos ella ha podido perdonar, sin embargo, jamás se debe olvidar a las víctimas del conflicto para que no se vuelvan a repetir hechos lamentables.
Las alabaoras de Bojayá en estos momentos preparan un nuevo alabao, pero esta vez para recordar y conmemorar el aniversario de la muerte del sacerdote Jorge Luis Mazo. Cada año las alabaoras hacen una canción para él, para hacer proceso de memoria y que nunca se olvide su nombre.
En todo conflicto existen víctimas y victimarios. La Ley de Justicia y Paz en Colombia, aprobada en 2005, no incluía la desmovilización de menores de edad, dejándolos desamparados. Muchos fueron acogidos por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar ICBF, otros reclutados por bandas criminales o asesinados por saldo de cuentas, venganza, entre otros.
“Dejando la palabra” es un proyecto que nació hace un poco más de un año por parte de la Fundación Fahrenheit 451 y la Fundación Huella Indeleble. En este se trabajan con niños y adolescentes menores de edad excombatientes, pero también con víctimas del conflicto armado en Colombia. En el momento trabajan con 16 jóvenes, cada miércoles se reúnen para trabajar en torno a temas de literatura. Los profesores que les acompañan en el proceso se dieron cuenta de que a través de la escritura y narración escrita los niños y jóvenes pueden hacer proceso de perdón y reconciliación, no solo con sus víctimas, sino también consigo mismos.
Leidy (nombre cambiado para proteger su identidad), tiene 19 años, es víctima del conflicto armado y una de las fundadoras del proyecto “Dejando la palabra”, señala que: “mi vida ha cambiado mucho. Durante mi niñez me sentí atropellada por el conflicto armado, fui víctima del desplazamiento forzado y muchas otras cosas que no quiero recordar. Quisiera que los niños en Colombia no tuvieran que vivir lo que yo viví. Quiero un país limpio de la guerra”.
Señala que usa la literatura para escribirle a la guerra que vivió y escribirle al país para que quien lea uno de sus textos conozca lo que a ella le ocurrió, pero también con la esperanza que a nadie más le ocurra. Leidy encuentra en la escritura un proceso de catarsis, de perdón, de memoria y de encuentro consigo misma. Sus escritos están inspirados en el amor, la vida y afirma que para ella eso es paz.
Por otro lado, está John (nombre cambiado para proteger su identidad), tiene 16 años y es excombatiente. John señala que gracias a la literatura ha podido plasmar en el papel recuerdos de los años que estuvo en la guerra, “aunque no sean alegres, me han ayudado a superar los malos pasos durante estos años de guerra”.
John ha escrito innumerables poemas. Este es uno de sus favoritos y se lo dedica al lugar donde nació y a uno de los mejores recuerdo que tiene, lo tituló “Finca, dulce finca”:
Recuerdo en mi niñez,
en aquellos dulces días,
camino polvoriento del sendero despiadado.
cuando estuve yo angustiado,
en este poema he derramado,
Finca, dulce finca
de aquel campo alejado,
donde pasé yo mis días,
bello rosal amado.
Te recuerdo amada abuela,
con ese gorro rosado
estar regando las plantas
de tu jardín colorado
alimentado por el fulgor
del sol ardiente y dorado...
Una lágrima, dulce finca,
por tristeza, dulce finca,
porque de ti estoy alejado,
mas guardaré todas las otras,
para cuando esté en tus campos,
cuando a mi abuela estreche en mis brazos.
dejarlas salir de alegría
Será un abrazo profundo
como el fondo de tus lagos,
hasta entonces, dulce finca,
te voy a estar extrañando.
Fernando Hernández, perteneciente a la Fundación Huella Indeleble, apunta que por medio del proyecto nunca han intentado saber cuáles fueron específicamente esas experiencias por las cuales los niños y jóvenes pasaron, para evitar caer en dinámicas de revictimización. Expresa que lo que ha pasado en el transcurso de los talleres le ha permitido darse cuenta de que hay que darles un espacio importante a la creatividad de los niños con la idea de crear un país sin guerra.
Por otro lado, Javier Osuna, colaborador de la Fundación Fahrenheit 451 y docente inmerso en la iniciativa, señala que lo más importante es que cada uno se vuelva narrador de su propia historia. Darles espacios como estos, permite rescatar voces que nunca fueron escuchadas, además que estas se vuelvan protagonistas de sus propias historias para dejar atrás un pasado y construir un mejor futuro.
La idea que se tiene pensada con los escritos es hacer un libro para que la ciudadanía conozca sobre este tipo de historias. No sólo contar historias de ex combatientes y víctimas del conflicto armado, sino mostrar que sí es posible la reconciliación, el perdón y construir mediante el arte, una forma de construir memoria, paz y país.