Los dioses de la mediocridad
- Por: Óscar Rodríguez. 8vo semestre
- 24 oct 2016
- 4 Min. de lectura
Eso es lo que son la mayor parte de los universitarios del país hoy en día; unos mediocres y llorones. Y todavía, así, tienen la pequeña pretensión de cambiar el país; así, sin leer, sin escribir, sin investigar y quejándose por cada trabajo que les dejan, por pequeño que sea: ¡ilusos!

Qué triste fue para mí que, en una de mis clases más recientes, sobre estadística, todos mis compañeros prefirieron darle mayor valor a un control de lectura por sobre el parcial de corte. Solo porque este último consistiría en hacer ejercicios estadísticos. Hasta ahora, se afirma que las matemáticas son exactas, mientras que un texto se puede interpretar de diversas maneras.
Eso quiere decir que si yo entiendo algo distinto de lo que entendió el profesor, mi nota será más baja; aunque bueno, si alguien no lee o pierde el control de lectura, seguramente estará llorándole al profesor para que le eche una manita. Como este, uno tras otro y otro, enumeraría ejemplos para demostrar que los universitarios colombianos, en su mayoría, han optado por las posiciones facilistas y el menor esfuerzo.
Ay de aquel profesor que deje lecturas de más de 20 páginas, la reputación de su señora madre quedará en entredicho de inmediato, solo porque leer -el insumo básico de la academia- es la ofensa más grande para los estudiantes de las universidades colombianas. Si se trata de escribir más de 5 páginas se diga, “Ni que todos fuéramos García Márquez”, qué improperio.
Por eso es que, en cada junio y en cada diciembre, las facultades están repletas de estudiantes pidiendo “Una sola décima pa’l 3”, “Una ayudita para sostener la beca”, “Un par de décimas para pasar la última materia y poderme graduar”o “Un trabajito más para que me suba lo que me falta y no quedarme”. Y en el colmo del surrealismo, hay profesores que, en su afán de congraciarse con los alumnos, terminan accediendo a regalar décimas, dejar lecturas cortas, trabajos fáciles y calificar suave. Aun así, hay quienes se asombran por estar mal escalafonados a nivel universitario en el mundo.
Y todavía, así, tienen la pequeña pretensión de cambiar el país; así, sin leer, sin escribir, sin investigar y quejándose por cada trabajo que les dejan, por pequeño que sea: ¡ilusos! Qué triste fue para mí que, en una de mis clases más recientes, sobre estadística, todos mis compañeros prefirieron darle mayor valor a un control de lectura por sobre el parcial de corte.
Solo porque este último consistiría en hacer ejercicios estadísticos. Hasta ahora, se afirma que las matemáticas son exactas, mientras que un texto se puede interpretar de diversas maneras. Eso quiere decir que si yo entiendo algo distinto de lo que entendió el profesor, mi nota será más baja; aunque bueno, si alguien no lee o pierde el control de lectura, seguramente estará llorándole al profesor para que le eche una manita.
Como este, uno tras otro y otro, enumeraría ejemplos para demostrar que los universitarios colombianos, en su mayoría, han optado por las posiciones facilistas y el menor esfuerzo.Ay de aquel profesor que deje lecturas de más de 20 páginas, la reputación de su señora madre quedará en entredicho de inmediato, solo porque leer -el insumo básico de la academia- es la ofensa más grande para los estudiantes de las universidades colombianas. Si se trata de escribir más de 5 páginas ni se diga, “Ni que todos fuéramos García Márquez”, qué improperio.
Por eso es que, en cada junio y en cada diciembre, las facultades están repletas de estudiantes pidiendo “Una sola décima pa’l 3”, “Una ayudita para sostener la beca”, “Un par de décimas para pasar la última materia y poderme graduar” o “Un trabajito más para que me suba lo que me falta y no quedarme”. Y en el colmo del surrealismo, hay profesores que, en su afán de congraciarse con los alumnos, terminan accediendo a regalar décimas, dejar lecturas cortas, trabajos fáciles y calificar suave.
Aun así, hay quienes se asombran por estar mal escalafonados a nivel universitario en nivel universitario en el mundo.
Sé que hay muchos que trabajan y estudian, sé que no todos tienen las facilidades tecnológicas para leer y adelantar trabajos en los buses, y que la situación del país no es la mejor para formarse integralmente. Sin embargo, sostengo que cuando decidimos meternos a la universidad, lo hicimos por cuenta propia y con el compromiso de hacerlo bien, y como tal debemos actuar.
Hace poco respondí, para un trabajo de tesis -de esos que ya casi nadie hace por la pereza de investigar, leer y escribir tanto-, que la educación superior es el espacio en el que se forma la gente que manejará el país en el futuro.
Me retracto de ello, señorita Burgos, corrígelo en tu tesis: Escribiendo esta columna descubrí que la educación superior, para los estudiantes universitarios de Colombia, es un estadio previo al mundo laboral, por el que hay que pasar para que les paguen más al evolucionar de dimensión. Duele y frustra saber que en la causa firme de transformar la realidad colombiana,estemos comprometidos tan pocos, pese a que somos muchos –aunque no todos como deberían- los que ahora entramos a las instituciones de educación superior.
Eso sí, les cuento que mientras los viernes ven televisión hasta la madrugada o consumen alcohol hasta amanecer tirados en un parque, quienes han tenido el control del país desde siempre están pensando cómo perpetuarse ahí. La fórmula para contrarrestarlo, pienso, es dejar de lado las prácticas lloronas y mediocres. Ya es hora de cambiar el país; de modo que mi propuesta es abandonar el facilismo, la mediocridad y la quejadera. Esfuércense cada vez más, que el 3 les parezca miserable y les dé vergüenza para que se acostumbren a pensar en grande. Con eso, al salir del pregrado, podrán exigir un puestazo en vez de un trabajito.