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La Farc deja las armas, pero la ideología sigue en pie


Estudiantes de UNIMINUTO en Zona Veredal Transitoria (ZVT) Mariana Páez

El lunes 3 de julio de 2017 nos reunimos, en la Sede Principal de la Corporación Universitaria Minuto de Dios, alrededor de 80 estudiantes rumbo a la zona veredal transitoria Mariana Páez, ubicada en el municipio de Mesetas, departamento del Meta, acompañados por la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU). Allí estuvimos 130 estudiantes de universidades en el segundo voluntariado de paz a nivel nacional.


Después de varios inconvenientes durante el trayecto (bus varado y enterrado entre la trocha) tuve mi primer encuentro con un guerrillero, y les digo así porque a ellos les gusta, esa es su identidad y las razones por las cuales lucharon por un largo tiempo. Para ellos ser fariano es un orgullo. Los guerrilleros nos recibieron las maletas para subirlas a un camión para que nosotros pudiéramos caminar un poco más ligeros, pues teníamos que caminar de tres kilómetros y medio a cuatro.


Cuando llegamos nos dieron dos de las mejores noticias del día: la primera, no van a dormir en carpas y la segunda, traigan el menaje (plato, cuchara y vaso) para que coman. El privilegio de dormir en camarotes no fue para todos los visitantes, pues los últimos grupos debieron ocupar las carpas por falta de camas. El paso a seguir fue un tinto que me calmó el frío y a dormir.


A la mañana siguiente vimos uno de los mejores amaneceres, nos explicaron en donde quedaba nuestra rancha (el lugar donde recibiríamos la comida) y hablamos con algunos guerrilleros. Después de la conversación confirmamos que no había baños, por ende, se hacía uso del chonto (el tema más hablado en el voluntariado), y para bañarnos había un lugar donde llegaba el agua a unas albercas, allí con totuma en mano debíamos bañarnos a la intemperie.


Siempre recordaré a una guerrillera con su lora en el hombro invitándonos a entrar a su Caleta (lugar donde duerme cada uno), se le veía orgullosa de su hogar. Esa mujer abrió su corazón y nos mostró cómo pinta una mujer campesina que entró a la guerra por decisión propia. Ella contó que al novio no se le dice así, sino que se le llama “socio”, porque ellos tienen clara su lucha, eran conscientes de que en algún momento trasladarían a alguno de los dos y por esta razón no podían existir apegos que les causara sufrimiento.


Es asombroso ver a una persona con unos ideales tan marcados, esto nos dio una lección sobre esa idea insurgente que nos venden a nosotros sobre ellos, son personas preparadas, con sus propias escuelas, la mayoría aprendió a leer en la guerrilla. De una manera muy respetuosa, pero también, con carácter como ellos lo hicieron con nosotros, quiero aclararles que no les gusta la palabra desmovilizado porque el tratado de paz es un mutuo acuerdo, por eso, se dice dejación de armas más no entrega, son conscientes que dejan su lucha con armas, pero la ideología sigue en pie.


Es complejo escuchar historias en las cuales relatan las pruebas más duras que vivieron en la guerra, cómo cogieron un arma por primera vez, cómo es estar en combate, porque es “la vida de uno o la vida del que está empuñando otro fusil al frente”. Otras historias sorprendentes fueron las de José, un hombre que tiene un hueco en el brazo por un tiro y también la de Ezequiel, un médico empírico que contó sobre las cirugías estéticas que ejecutó, en particular, una cirugía que le realizó a una mujer, a la que las balas de un fusil le atravesaron los glúteos. Escuchar el trauma que esto le acusó duele. Cabe resaltar que también había unas historias muy bonitas, la guerrilla para muchos era su ejemplo a seguir, mientras que otros solo entraron para asegurar una comida.


Es gratificante esta experiencia para poder decir que es falsa la aclaración que dio el presidente Santos sobre las zonas veredales y su construcción en un 70%, pues no hay pavimento, por el contrario, existe un camino por el que se debe pasar todo el tiempo en bota pantanera.


El miércoles nos trasladamos al campamento Simón Trinidad, allí me marcaron dos mujeres de allí, eran amigas, muy simpáticas, no habían trabajado en selva, sino que eran infiltradas en un pueblo. En la actividad de cartografía del cuerpo como territorio de violencia, las dos mujeres amigas aportaron al croquis de la mujer indicando que eran afectadas en el útero, la primera impresión fue que nos habíamos encontrado con unas mujeres que posiblemente las habrían hecho abortar, sin embargo, la respuesta de ellas fue: “nosotras tenemos hijos para la guerra”.


Esta experiencia es significativa porque no solo llena el alma, sino que impulsa las ganas de vivir y de seguir estudiando para cambiar esta sociedad que necesita más de este tipo de acciones para sensibilizarse y salir de la burbuja.


Es imposible describir la alegría que sentí al ver farianos bailar con estudiantes, comer del mismo plato, hablar sobre diferentes temas, preguntarles sobre sus sueños y expectativas. Es duro darse cuenta de que no son los monstruos que describen, ellos también lloran al despedirse de nosotros y al notar que son tan humanos, uno desea quedarse para compartir con esa gente de buen corazón.


Hacer este escrito me llenó de emoción, porque siento que estoy cumpliendo con lo que muchas de las personas que habían optado por la vida armada nos pidieron, compartir todas las experiencias, porque este acuerdo de paz no es perfecto y como todo, tiene fallas, pero lo importante es que la gente ya se dio cuenta de que es una guerra que no vale la pena.

Mujer que representa el orgullo de ser fariana


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