¡Humilde y contundente! El papa Francisco sacudió el proyecto de la nación colombiana
Cerca de 98 horas estuvo Francisco entre los colombianos, un recorrido que hizo presente el dolor, el despojo, los resultados de la violencia, gracias a los testimonios de niños, mujeres y hombres que han vivido de forma directa la guerra que ha marcado a Colombia por más de medio siglo, donde los argumentos de unos y otros han naturalizado lo que no debe ser: la iniquidad de la violencia. Asimismo, mostró esa otra cara tan especial de la resiliencia, la solidaridad, el servicio y esas ganas de salir adelante a pesar de estar en las peores circunstancias. La otra Colombia que para muchos es una sorpresa insospechada, pero que está allí.
Los relatos de los niños del Hogar de San José en Medellín, los habitantes del sector de San Francisco en Cartagena, o los chicos con discapacidad en Bogotá, mostraron la fragilidad de la naturaleza humana en una de esas noches de misericordia frente a la Nunciatura Apostólica. Somos contradicción, pero al igual cada uno puede hacer la diferencia. El papa invitó a considerar el hecho “que una falta, un pecado cometido por uno, nos interpele a todos, pero involucra, en primer lugar, a la víctima del pecado del hermano; ese está llamado a tomar la iniciativa para que quien lo dañó no se pierda. Quien toma la iniciativa siempre es el más valiente", así, entonces, basta con que uno solo dé ese primer paso para iniciar el camino al que convocó de manera especial a los jóvenes colombianos para soñar en grande, sin temor, con heroísmo; donde la misericordia y la verdad sean las guías para realizar ese sueño.
Francisco sentenció que "Si Colombia quiere una paz estable y duradera, tiene que dar urgentemente un paso en esta dirección, que es aquella del bien común, de la equidad, de la justicia, del respeto de la naturaleza humana y de sus exigencias”. En otras palabras, volver a hacer un acuerdo social, no un cambio de leyes y reformas de palabras, es un acuerdo de actitudes, de servicio, de hacer literalmente el bien, que se expresa claramente en la caridad, en la justicia, la dignidad y entender las circunstancias del otro, para ayudar a mejorarlas o cambiarlas desde ese mutuo acuerdo, ya no vale la imposición, "no necesitamos un proyecto de unos pocos para unos pocos o una minoría ilustrada o testimonial que se apropie de un sentimiento colectivo. Se trata de un acuerdo para vivir juntos, de un pacto social y cultural".
Con su visita pastoral se habló de encuentro, reconciliación, palabras que se pueden tornar vacías porque precisamente "la reconciliación no es una palabra abstracta; si eso fuera así, solo traería esterilidad, más distancia. Reconciliarse es abrir una puerta a todas y a cada una de las personas que han vivido la dramática realidad del conflicto. Cuando las víctimas vencen la comprensible tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles de los procesos de construcción de la paz. Es necesario que algunos se animen a dar el primer paso en tal dirección, sin esperar que lo hagan los otros". De esta línea de acción que propone el papa se desprende la urgencia, no de olvidar la historia de Colombia, al contrario, hay que estudiar, comprender y entender que la violencia solo engendra más violencia, más horror, más injusticia y más corrupción. La venganza también se alimenta de la ignorancia y de la mentira. Así "la reconciliación se concreta y consolida con el aporte de todos, permite construir el futuro y hace crecer la esperanza. Todo esfuerzo de paz sin un compromiso sincero de reconciliación será un fracaso". Un compromiso que implica un cambio de actitud frente al otro, entender el contexto de su vida y cómo lo tocó y lo afectó la guerra que se ha vivido.
El papa y la comunicación
Son muchas las interpretaciones que se hacen alrededor del pontífice. Sus gestos, su proximidad a las personas y la forma como dice las cosas. Lo cierto es que el cardenal Bergoglio no ha cambiado mucho: vertical ante el poder político, pero cercano y paternal con los pobres, los sufridos y violentados por los intereses desde sus distintos modos de actuar y destruir.
Sus frases son lapidarias: el mal entra por el bolsillo, o que la paz se construye huyendo de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses solo particulares y a corto plazo. Y aún más, el hecho de poder ver al otro como un hermano: “mírenlos a los ojos y déjense interrogar en todo momento por sus rostros surcados de dolor y sus manos suplicantes”. Por eso se puede entender que “Reconciliarse es abrir una puerta a todas y a cada una de las personas que han vivido la dramática realidad del conflicto”. Sus palabras son radiografía de una humanidad doliente, agobiada y sacrificada en la injusticia y el terror.
No hay duda que todos los colombianos, aún los que reprocharon la visita de Francisco, se ven reflejados en sus palabras, que son un constante llamado a deponer las armas más terribles de todas el odio, la venganza y la auto justificación.
Para algunos es un dulce abuelo, pero lo cierto es que sabe comunicar muy bien. Sus palabras van respaldadas de espacios y silencios, como llamando a la reflexión o creando la expectativa suficiente para darle más intensión a sus palabras. Cuando se revisa la versión oficial de sus discursos, se ven los agregados que hace de forma libre ante sus oyentes lo que le permite vivir el momento y no solo hacer un discurso. Cuando habló de Nacional y América su sonrisa, la complicidad con la feligresía genera un momento de alegría que explota en aplauso, porque sabe llegar con emoción sin dejar la reflexión.
La intención que coloca en cada palabra, que son extremadamente pensadas y ubicadas en el contexto que requieren, hace que su mensaje sea claro, contundente, lo suficientemente explícito para no llegar a herir o sindicar a personas o movimientos políticos, situación que muchos hubieran querido que lo dijera o que los lectores de entre líneas las pudieran desentrañar. Lo cierto es que su labor de pastor va en línea con la acción del buen Jesús cuando vuelve a referir el relato bíblico que el que no tenga culpa, arroje la primera piedra, porque todos somos pecadores, incluso él.
En el gran encuentro de oración por la reconciliación nacional, describe nuestra realidad en 43 palabras: “Ustedes llevan en su corazón y en su carne huellas, las huellas de la historia viva y reciente de su pueblo, marcada por eventos trágicos pero también llena de gestos heroicos, de gran humanidad y de alto valor espiritual de fe y esperanza”. Solo nos queda dar el paso, sin temores, sin recelo y que esta jornada de una comunicación verdadera de corazones y razón nos permita entender que el diálogo es la herramienta humana más eficiente para solucionar los conflictos, solo que requiere dos ingredientes: voluntad y verdad, sin ellas solo serán discursos vacíos, combustible para nuevos enfrentamientos donde la violencia engendra violencia, el odio engendra más odio, y la muerte más muerte.
La invitación esta ofrecida, depende de todos y cada uno hacer la diferencia, pasar la página y que los jóvenes sean los protagonistas a partir de “afianzarse en el Señor, es el único que nos sostiene, el único aliento para contribuir a la reconciliación y a la paz”.