Las mascotas… otras damnificadas
Fotografías de Delphine De Gryse, Juliana Loaiza y Jairo Fajardo
Entre la tarde del pasado martes 18 y la madrugada del 19 de abril llovió en Manizales lo que se suponía llovería en un mes. Eso provocó una serie de deslizamientos en los barrios Aranjuez, Persia, González, La Providencia, Sierra Morena y Camilo Torres, fenómenos que dejaron 17 personas sin vida, 31 heridos, 1274 afectados, decenas de casas destruidas y pérdidas materiales incuantificables. Entre las víctimas damnificadas también están las mascotas que requieren de ayudas.
Perros, gatos, loros, pájaros, gallinas, peces, conejos, hámsters y hasta vacas han sido víctimas del invierno. Tras ellos están sus amos y grupos animalistas que van tras de ellos para socorrerlos, como el Colectivo Identidad Animal, la Unidad de Protección Animal, el Grupo de Atención y Rescate Animal, Huella Amiga, Huellas de Amor y la Asociación Reino Animal.
Los activistas de estas organizaciones acuden a guacales, correas, tramperas, comida y medicinas para verificar, casa por casa, si hay animales que necesitan de su atención para alimentarlos y remitir los casos más delicados a los albergues y hogares de paso. Además procuran encontrar a los dueños de los animales para saber en qué se les puede ayudar y garantizar que los animales estén protegidos, pues son muchos los que se han encontrado deambulando solos. Estos voluntarios están capacitados para brindarles los primeros auxilios; los casos graves los atienden los veterinarios.
Yesica Quiroz Hernández, integrante del Colectivo Identidad Animal, afirma que varios de los animales tienen heridas en sus patas, causadas por astillas y puntillas. Los que recibieron golpes por los derrumbes, tienen contusiones y hematomas. Se han encontrado perros con irritaciones en los ojos debido al polvo y otros con afectaciones como dermatitis y ácaros. Psicológicamente los animales están asustados e inquietos porque no encuentran a sus dueños; están ansiosos y se dejan ayudar hasta cierto punto, porque después quieren salir corriendo al sentirse desubicados y desconcertados.
En medio de la tragedia, el desespero y la desazón hizo que muchos abandonaran a sus mascotas mientras buscaban a sus seres queridos o trataban de recuperar algunos enseres. Los animales no pueden sobrevivir en la calle o estar en buenas condiciones: estarán expuestos a ser atropellados o a que se enfermen: “Lo que pasa es que la gente está evacuando y están dejando los animales en sus casas, la invitación es a que no los dejen ahí, que los traigan, aquí los recogemos y les gestionamos hogares de paso”, aseguró un voluntario.
Luna y Kong
Nicolás Ríos Granada mira hacia la pendiente, hacia unas casas que corren el riesgo de derrumbarse en el barrio Persia. Espera que los policías le den el permiso para ingresar a su vivienda en donde está Luna, una pitbull de 3 años: “Desafortunadamente me tocó dejarla en la casa donde hay que evacuarla y en esas estoy para rescatarla de nuevo y mandarla a un albergue”, dice el hombre. El miércoles, su compañera sentimental la sacó cuando comenzó la borrasca, pero la regresaron a la casa porque ellos debían pasar la noche en otros sitios. “Me puedo deshacer de cualquier cosa, menos de la perra, yo a esa perra la quiero”, dice de Luna.
La compró por 100 mil pesos cuando trabajaba en una construcción en Sabina. Hoy tiene 3 años y a la pregunta acerca de si es agresiva, responde: “Es una belleza, soy más bravo yo”, sin quitar su mirada de la pendiente. De pronto, uno de los agentes de la policía interviene cuando Luis menciona que un perrito vecino fue sacado muerto. El agente informa que Kong, un pastor alemán antinarcóticos de la Escuela de Carabineros Alejandro Gutiérrez, en el barrio La Toscana, murió asfixiado, porque le cayó el tronco de un cedro el día de la tormenta. “Era muy cariñoso y juguetón… se murió él, pero se salvaron otros cuatro”, dice para consolarse el patrullero.
Paco, Víctor y José, y diez “amores”
A Paco le dieron alojamiento en el barrio La Leonora. Víctor y José están al lado de la Virgen del Carmen, en el barrio González, en el regazo de Liliana Castillo. Los tres esperan bajo la llovizna a los diez “amores”, que están en la casa de Liliana y a la que ella no puede ingresar, porque está en zona de alto riesgo.
Paco es un perro criollo, Víctor y José son hámsters y los diez amores son los peces, que están en un acuario y por su tamaño no han podido ser trasladados a otro hogar. La casa de Liliana puede colapsar y ella teme que sus seres acuáticos sufran más. Solo espera que la dejen entrar para sacarlos en bolsas. En el momento del deslave, su hija pudo rescatar a Paco. Víctor y José, llamados como sus hijos, porque comparten “personalidades”, fueron rescatados al segundo día, y hoy serán llevados a La Leonora, a casa de su suegra.
Bruno y Sheila
Ladran, ladran y ladran. Están muy nerviosos y, en determinados momentos, Alejandra Hurtado intenta pegarles, pero se resiste. Ellos han visto toda la mañana a los vecinos escarbar en el lodo, los han visto llorar, llorar y llorar. Han visto a Alejandra y a su novio también llorar. La noche del derrumbe, los novios sostuvieron una pared a punto de caer sobre la madre de Alejandra y sus perros criollos Bruno y Sheila. Uno de los dos animales en shock, luego del deslave, se tiró por un voladero, pero su correa le salvó la vida. Los novios han sido invitados a llevar a sus perros a un albergue, mientras son reubicados, pero a Alejandra le preocupa la agresividad de ellos.
Fotografías de Delphine De Gryse, Juliana Loaiza y Jairo Fajardo